Acerca de nosotros🧑🏽‍🤝‍🧑🏾

El Hogar de Ancianos «Madre Celina del Niño Jesús» de Abancay, fue creado hace más de medio siglo por iniciativa de las religiosas Carmelitas Descalzas y apoyadas por Mons. Enrique Pelach. Desde entonces, es regentado por ellas y es sostenido por el arduo trabajo de las religiosas y por la caridad de muchas personas de buen corazón. A la fecha, atienden a 80 ancianos permanentemente y han cuidado ya a miles de ancianos en los últimos tramos de sus vidas, y a los que han dado cristiana sepultura.

Objetivos y Metas

  • Proporcionar atención integral a los ancianos desvalidos y desamparados con alojamiento cómodo, alimentación y los cuidados necesarios.
  • Brindar cuidados de la salud y dar terapia ocupacional que armonice las facultades físicas y el estado mental de nuestros residentes.
  • Propiciar la participación activa de las familias y de la sociedad en beneficio de nuestros residentes.
  • Conseguir los recursos necesarios para la buena atención de nuestros residentes.

¿Qué hacemos?

Madre Milagros del Niño Jesús, la joven y dinámica religiosa encargada de la dirección del asilo, cuenta que, con el favor de Dios, siempre hay muchas personas que se han involucrado en esta dulce tarea que han acometido.

En primer lugar, están las religiosas, que, con perseverancia, dedicación y una sabía administración han cuidado y hecho crecer el asilo. No es menos meritoria la labor de las cuidadoras y las aspirantes a novicias, que todos los días colaboran con la atención de los residentes. Pero no se hubiera podido hacer mucho sin el apoyo constante de tantas nobles personas de la comunidad abanquina, y de otras que, aún desde muy lejos, nunca han dejado de brindar su ayuda.

Desde sus inicios, se ha atendido a miles de ancianos en el último tramo de su existencia terrena, brindándoles cuidados y amor para que tengan una buena calidad de vida. La gran mayoría de ellos disfruta ya, del descanso eterno.

 

Permanentemente, se atiende a un promedio de 80 ancianos en estado de desamparo, que es lo máximo que les permite la infraestructura recientemente remodelada, con el apoyo del Gobierno Regional, pero tienen en «Lista de Espera» a más de 850 abuelos.

Ese largo tiempo de labor ininterrumpida, los ha provisto de un nivel de experiencia inigualable y les ha enseñado a brindar una calidad de atención altísima, aún con los escasos recursos con que cuentan.

Saben que son demasiadas las personas que necesitan atención y muchas veces, no tienen quien se preocupe por ellos, ni menos, les prodigue la atención, el cariño y los cuidados que merecen.

Lamentablemente, no cuentan con el apoyo del estado, excepto algunas esporádicas donaciones y aún más ocasionales visitas oficiales.

Felizmente, el gobierno local es algo más generoso y de alguna manera, regularmente apoya con algunas donaciones.

A diario, la angustia de no saber que habrá para mañana, es mitigada solo por las oraciones y la confianza en que «Dios proveerá», y de verdad, nunca ha fallado. Tal es así que siempre hay buenas personas interesándose en la labor que se hace, como tú amable lector, que hoy estas visitando este Sitio Web y leyendo estas líneas. Ese interés muestra la calidez de tu corazón, pues la verdad es que, no son muchos los que se interesan por el bienestar de nuestros hermanos menos favorecidos por la fortuna.

Apóyanos de la mejor manera que te sea posible, ¡contamos contigo!

Te pedimos, de todas maneras, tus oraciones, y si tus posibilidades te lo permiten, te invitamos a colaborar con un acto voluntario o con una donación económica, pues como decía San Juan Bosco:

«Donde reina la caridad, ahí está la felicidad»

En la región de Apurímac, son muchísimas las personas mayores desamparadas, que necesitan un techo donde cobijarse, un lecho donde descansar, un plato de comida diario y asistencia médica.

Es muy triste, ver a ancianos sin familia, y otros que, aun teniéndola, por diversas razones, estas se han desentendido de ellos. ¡Dios los juzgará! pero mientras tanto, alguien tiene que hacerse cargo de ellos, ya que estos abuelitos no reciben el apoyo que merecen, habiéndolos encontrado muchas veces abandonados, hambrientos y en un estado calamitoso.

Muchos de los ancianos sufren enfermedades crónicas. Algunos de ellos, por efectos de la misma edad, ya no gozan de plenas facultades mentales, sufren olvidos, confusiones y en algunos casos, hasta cierto grado de demencia senil. Constantemente también, por su fragilidad, son victimas de infecciones agudas del sistema respiratorio y digestivo.

El Hogar de Ancianos «Madre Celina del Niño Jesús» de Abancay acoge a todos los que puede y aún a los que manda el estado, que sin colaborar oficialmente, exige que se de atención a quienes ellos envían.

En este lugar, se trabaja 7 días a la semana y las 24 horas del día, cubriendo las necesidades de sus residentes de la mejor manera posible con los exiguos recursos que tienen.

Las monjitas, desde su claustro trabajan arduamente para fabricar artículos religiosos, arreglos florales, artículos de repostería y panadería, en fin, cuanto este en sus manos para lograr alguna utilidad que íntegramente es utilizada en los ancianos.

La Srta. Maribel, voluntaria del asilo, cree firmemente en la bondad divina y también en la de las personas. Cita un proverbio que dice: «La providencia nacerá siempre, antes que el sol». Afirma que es mejor si el lecho proporcionado es blando, la comida caliente y la atención amorosa y nos invita gentilmente a colaborar, «buscando la aventura a través de la caridad»

Un poquito de Historia

Hasta 1968 había muchos ancianos librados a su suerte, deambulando por las calles de Abancay y otras localidades cercanas, pidiendo limosna, comiendo lo que pudiesen conseguir y durmiendo bajo cualquier alero.

Mons. Enrique Pelach y Feliú, por entonces, era un joven obispo recién llegado a la Diócesis de Abancay y que la iba conociendo poco a poco, pero muy activamente.

Él cuenta en su libro «Un obispo en los andes» como, una noche lóbrega y tormentosa, de esas en que el frío cala hasta los huesos, retornaba de un poblado lejano, donde había viajado a hacer labor pastoral.

Se sorprendió tremendamente al ver unos bultos cubiertos con cartones. Al indagar, con mucha pena, descubrió a varios ancianos durmiendo sobre otros cartones tiritando de frio. Más allá, otros más, y así en otras diversas calles de la ciudad. Francamente desesperado, seguramente, no pudo reposar aquella noche, pues muy temprano, con ánimo quijotesco y como buen español, se puso en actividad para «enderezar tal entuerto».

El padre Giovanni Salerno junto con las madres Carmelitas, entonces ya mantenían un comedor para indigentes y un pequeño dispensario (la actual Clínica Santa Teresa) donde se atendía a personas con el Mal de Chagas (leprosos).

En base a esta obra, Mons. Enrique, hombre sencillo, sensible, trabajador y muy inteligente, estudio las posibilidades de cubrir las necesidades urgentes de esa gente. Habló con las autoridades que simplemente, se encogieron de hombros. Entonces buscó ayuda en otros lugares, y prontamente, con la ayuda de los «Amics d’Abancay» (un grupo de gente buena de Girona, su tierra natal) y con el entusiasmo e invalorable apoyo de las religiosa del «Monasterio de San José de las Carmelitas Descalzas», convirtieron el comedor en una casa de acogida para 40 ancianos en estado de abandono, el mismo que, poco después, se convirtió en el actual Hogar de Ancianos, que en honor a su fundadora, lleva el nombre « Madre Celina del Niño Jesús»

La dura y dulce labor

Es de resaltar la labor de un pequeño equipo de cuidadoras, que están siempre listas para hacer más fácil la vida de los residentes.

Encabezan este grupo algunas buenas y diligentes mujeres, que se encargan de la atención, la limpieza y la preparación de los alimentos.

Ellas son ayudadas por un numeroso grupo de niñas aspirantes a religiosas. En realidad, ellas son la piedra angular de esta noble misión. Hay que verlas cómo, con su energía y alegría, iluminan los días de los ancianos, proporcionándoles la dedicación, el apoyo y el amor que su familia y la comunidad les ha negado.

Las maravillosas niñas que nos ayudan

«Las niñas», como las llaman todos, tienen edades que fluctúan entre los 10 y 17 años. Proceden de diversos hogares, que han confiado el cuidado, la alimentación, el cobijo y sobre todo la formación de estas niñas a las religiosas Carmelitas, quienes sin recibir retribución alguna, les brindan todo el apoyo material y espiritual.

Su jornada empieza muy temprano, tras asearse y abrigarse, complementan la atención a los ancianitos y colaboran con la limpieza del hogar, para después asistir juntas a la Santa Misa.

Luego velozmente, se cambian, toman desayuno y van a los diversos colegios donde están matriculadas y donde suelen conseguir las mejores notas.

Por las tardes, luego de almorzar y descansar brevemente, se dedican a sus tareas y cuando terminan con ellas, dedican un tiempo al esparcimiento y descanso. Si les sobra algún tiempo, voluntariosas apoyan a los ancianitos a tomar su cena.

Antes de oscurecer, ayudan a los ancianos a volver a sus lechos y a acostarse, antes de irse a cenar. Guiadas por las religiosas, usualmente la madre Milagros del Niño Jesús, ofrecen cánticos y oraciones al Señor y la Virgen, antes de ir a dormir.

 

Las necesidades  nunca acaban

Se necesita ayuda para atender a los abuelos. Se necesita también alimentos, medicamentos principalmente, también insumos como útiles de aseo, detergentes, ropa de abrigo.

Necesitamos fondos para todo ello, para poder cumplir esta labor como le gustaría al Señor.

Si lo que has visto, te ha tocado el corazón, regálanos tus oraciones en primer lugar y si puedes, también apóyanos  con lo que tus recursos te permitan.

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